jueves, 18 de junio de 2015

Cuentos Para Niños:Las Antenitas de Papel

Las Antenitas de Papel
Escrito por: Ana Janet Branagan 


Cada ser es excepcional, sólo que a veces nos toma tiempo saber
en que modo cada uno de nosotros lo somos. Esta historia se desarrolla
en una colonia de hormigas, donde casi todas deben realizar tareas
parecidas. En una misma colonia todas las hormigas son muy parecidas…
excepto Orfila.
Orfila era una hormiga muy especial: Había nacido sin antenas. Su
madre, para que no se burlaran de ella, le había fabricado unas antenas
de papel. Con buena intención las había hecho largas, lo que también las
hacía lucir graciosas y algo ruidosas, por ejemplo cuando hacía viento
sonaban como si aplaudieran. Eso provocaba que las demás hormigas
se burlaran y se rieran. A veces, Orfila las tejía para que no hicieran ruido,
pero de todas formas cuando las hormigas están ocupadas mueven
las antenas sin parar, por lo que se soltaban. Casi se resignaba a que
cualquier cosa que hiciera de cualquier manera las demás hormigas de la
colonia se burlarían de ella.
De alguna manera nos perturba lo que es diferente. A las demás
hormigas no les gustaba estar junto a ella, y la evitaban al momento
de formar los grupos para jugar o trabajar. Cuando tenían que hacer
la distribución de los oficios más importantes de la colonia, tales como
buscar alimentos, examinar algún nuevo terreno, defender o proteger la
colonia de intrusos, excavar túneles y cámaras subterráneas, reparar elnido y cuidar los huevos, las compañeras se las arreglaban de alguna
manera, para que siempre le tocara a Orfila el servicio de cuidar los huevos
de la reina, pues consideraban ese trabajo aburrido. Sin embargo, Orfila
comprendía la importancia de proteger los huevecillos y las larvas, pues
sabía que de ello dependía el futuro de la colonia.
Pero en ocasiones cuidar de los huevos y las larvas, era un trabajo
muy extenuante, sobretodo cuando hacía mucho frío o había humedad,
porque los huevos y las larvas debían ser mudados hacia otra cámara en
mejores condiciones.
Un día que parecía iba a ser rutinario, tras un largo servicio, Orfila se
había quedado dormida poco más tiempo del acostumbrado. Al ratito de
despertar se percató de que no había otras hormigas en el hormiguero, ni
siquiera su madre que con frecuencia estaba cerca de ella para evitar que
la molestaran demasiado y pocas veces salía de casa. Así que supuso que
algo muy serio debía estar ocurriendo por lo que decidió investigar.
Fue a la cocina, pero no vio a nadie:
-Qué extraño, aquí siempre hay alguien preparando los alimentos o
cocinándolos. Dijo asombrada.
Caminó hacia el almacén. Entró con cautela mientras observaba
con mucho cuidado el lugar. Entonces dijo:
- ¡Qué raro. Aquí siempre hay un grupo de hormigas ordenando las
provisiones y distribuyéndolas en el almacén!
De repente recordó la cámara especial, el lugar donde la reina
colocaba sus huevos, siempre custodiado y al que no se le permitía a casi
nadie entrar. Quedaba justo delante de donde Orfila realizaba su trabajo
Una hoja que hacía de puerta separaba ambas cámaras. ¡Estaba
abierta, lo que pasaba era muy malo! Miro hacia el otro extremo, y los
pequeños huevos y las larvas estaban solos y hambrientos.
Cuentos, Fábulas, Retahílas y Trabalenguas para Terapias Lúdicas 17
¡OH, NO!, –Exclamó-
Rápidamente, mientras sus antenas hacían gran ruido por lo
agitada que estaba, Orfila les dio de comer a las larvas y las durmió,
acomodó mejor los huevos y salió del lugar dispuesta a averiguar qué
estaba sucediendo. Se quitó las antenas para que no estorbaran.
Como no encontró a nadie en el hormiguero ni indicios de daños
que dieran pautas de lo que había pasado, decidió subir a la superficie. Al
hacerlo, vio algo que la asustó muchísimo. El espantoso oso hormiguero
Gimo estaba colocando todas las hormigas en un cuenco, y lo peor: ¡Las
hormigas estaban entrando por su propia voluntad!
El Gimo reía y decía:
- ¡Que genio soy!, “Me comeré un poco hoy y otro poco mañana, ya
luego volveré por los huevos y las larvas”.
Mientras decía estabas palabras y se alababa a sí mismo, hacía
sonar de cuando en vez, una varita de bambú perforada.
Orfila escuchaba la tonada... entonces entendió.
El oso Gimo tocaba esa flauta y tenía a todas las hormigas de su
colonia hechizadas, ¡Qué malvado era Gimo! Tocaba la música especial
de la reina. Gimo sabía que la reina no estaba en el hormiguero y que
las hormigas creerían que era ella quien les hablaba, mientras tocaba
la tonada; pero como las antenas de Orfila eran de papel, el sonido se
filtraba y no tenía en ella el efecto del hechizo.
-Debo hacer algo. –Dijo- ¡OH, ya sé!
Corrió al otro extremo del hormiguero para salir sin ser vista por
Gimo. Llevaba consigo una espina bien larga, de hecho para ella era muy
pesada. Con mucho cuidado se paró cerca de las patas de Gimo y la colocó
para que...
-¡AY! ¡Me duele, me duele! Gritaba Gimo, mientras daba saltos y
gritos de dolor.
Eso era lo que Orfila quería, que Gimo pisara la espina. Y zass!, al
hacerlo, soltó el cuenco y la varita de bambú cayó colina abajo hasta el
arroyo donde se hundió en el agua.
Todas las hormigas recobraron el sentido común y corrieron a
protegerse en el agujero del hormiguero. Ya no había tanto peligro porque
Gimo cojeando y gritando por el dolor, se alejaba. Todos en la colonia
estaban felices y agradecidos de que Orfila las hubiera salvado.
Cuando la reina regresó, condecoró a Orfila por su valentía y la
declaró Guardiana Oficial de la Ciudad de la Hormigas. Ante todos, Orfila
se quitó sus antenas de papel por segunda vez y jamás las volvió a usar.
Orfila había demostrado que ser diferente puede ser provechoso,
porque desde lo que cada uno es, siempre de alguna manera podemos
ayudar cuando los demás no pueden.-

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